En definitiva,
se trata de superar
los propios límites.
Los del cuerpo,
los de la mente,
los afectivos.
Superarlos por propia
voluntad.
Superarlos usándose
mutuamente
como instrumento.
De tortura
de placer
de prueba.
Después de todo, cuando logramos hacer algo que creímos
que jamás podríamos hacer, nos satisface.
Nos satisface desde dentro.
Nos fortalece desde fuera.
A qué le podemos tener miedo, después?
Al dolor físico?
El dolor pasa. Las heridas se curan. La piel se regenera.
Quizás le tenemos miedo al abandono.
A la soledad.
Pero eso también pasa.
Aunque hayamos sentido
profundamente
con toda la fuerza
de los emocional
que sin esa otra persona
el mundo se termina.
Si sabemos de lo que nuestra sombra es capaz, casi nada puede destruirnos.
Somos Poder.
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