Por Jazmin Trujillo
Te deseo. Te busco. Comienzo con tu rostro para bajar lentamente.
Te deseo. Te busco. Comienzo con tu rostro para bajar lentamente.
Encuentro tu fuerte mirada que suele
hipnotizarme
y casi siempre me atrapa con sus
tentadoras propuestas.
Me observa, me seduce.
Luego se esconde buscando.
Quizás encuentra.
Yo me encuentro con tu piel y mi aroma
en tu cuello.
Me encuentro con el sabor de siempre,
tan peculiar.
Me hallo en la desnudez de tu pecho, la
calidez de tu respirar,
Tu palpitar se agita, tu respirar se
estremece.
Entrecierras los ojos. Sigo buscando…
Te siento.
Mis huellas logran encontrarse con tus
piernas.
Las palabras se pierden. Mis labios
hallan algo más.
Una boca que es la mía y esa piel que
es tan tuya.
La seducción y el encuentro.
Mi lengua juguetea con tus diversas
partes,
Te saboreo de punta a punta. Quizás
improviso.
Tus ojos están cerrados, los mío
también se cierran.
Mi respiración se ahoga con tu piel.
Tú me tomas de los brazos. Encuentras
mi oculta mirada.
Tomas mis manos y me besas:
Besas mis labios, saboreas mi cuello,
te hundes en la desnudez de mis senos.
Pero tú no bajas, enredas nuestras
piernas.
Tu mirada penetra en mis ojos, yo
esbozo una sonrisa.
Tu cuerpo penetra un poco más.
Después, solo algunos frenéticos
movimientos logran vislumbrarse:
Los labios que acompañan algunos
mordiscos.
Las manos que rozan, aprietan o
rasguñan.
Las pieles que se abrazan y se enredan
hasta acabar.
La tarde que comienza a abandonarnos.
Y la lejanía, en la que solo se
perciben nuestros gemidos…
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