A veces, jugamos a explicitarlos: jugamos a jugarlos al extremo.
Sorprendentemente, esto libera muchos conflictos. Ya no se trata de manipular ladinamente al otro. Está todo sobre la mesa. Está todo consensuado. Nos hacemos cargo de que no tenemos más poder que el que nuestro esclavo nos cede. Nos hacemos cargo que nuestro amo no tiene más poder que el que le damos. Y es maravilloso.
Mi placer puede pasar por lados muy distintos al tuyo.
Quizás mi fantasía sea sacrificial.
Quizás mis goces sean cuasi religiosos de esta forma.
Mi cuerpo es mi juguete.
Mi cuerpo es tu juguete.
El miedo, la anticipación, también son un juguete.
Aprendemos a dominarlos.
Les quitamos relevancia.
También sabemos cuándo soltarnos.
cuándo no.
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