A los artificios.
Al cuero, las sogas.
Los arneses.
Las cadenas.
El vinilo.
Pero
NO.
Si fuéramos a creer que el poder reside en los objetos, por mal camino iríamos.
No son las botas lo que hacen al ama.
No es el látigo lo que hace al amo.
Obvio que son instrumentos.
Son entretenidos.
Nos presentan desafíos:
aprender a usarlos y a soportarlos.
Pero no son la esencia.
En el momento en que empezás a depender de la parafernalia,
dejás de tener real poder.
Hiciste de tu fetiche un objeto de consumo
nada más:
tan insatisfactorio como el televisor nuevo que se compró el vainilla.
O la pollera.
O las zapatillas.
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