El problema respecto a cómo definimos el consentimiento

(Advertencia de contenido: acoso sexual, culpabilización de la víctima)

Consentimiento.

Intentamos alentarlo, requerirlo, hacerlo sexy, moderno, divertido. Pero el problema con nuestro enfoque cultural respecto al consentimiento es mucho más profundo de lo que nos gusta creer.

En nuestro sistema de leyes, el consentimiento es un elemento esencial al determinar si un acusado es culpable de abuso sexual.

A fin de que la magistratura interprete la ley correctamente, y que los jurados tengan una dirección adecuada, se vuelve fundamental definir meticulosamente al consentimiento.

Sin embargo, tal como es esperable en una sociedad patriarcal, las definiciones de consentimiento y violación se basan tanto en el sesgo de género que se han vuelto ampliamente problemáticas.

Esto evita que lleguemos al punto en donde tanto la sociedad como la ley puedan lidiar adecuadamente con las violaciones.

El Acta de Delitos Sexuales del Reino Unido (2003 – SOA) define al consentimiento como “el acuerdo voluntario del querellante para participar de la actividad sexual en cuestión.”

Asumiendo que la persona en cuestión tenga tanto la libertad como la capacidad para consentir, la pregunta es si acordaron con la actividad por elección, o por fuerza o coerción.

Si una persona “no cree razonablemente” que la otra consiente, y continúa en la búsqueda de comportamientos sexuales, están cometiendo un delito sexual. Punto.

Y así llegamos al primer problema: la forma en la que el consentimiento es malversado al juzgar casos de violación.

Mayormente, las mismas víctimas de violación son consideradas el componente clave en los problemas que rodean al consentimiento.

Ahí es cuando las nociones comunes que culpabilizan a la víctima se ponen en juego: “Estaba borracho,” “ella duerme con varios de todo modos,” “ella vestía una remera escotada y una minifalda,” “habíamos tenido sexo antes,” y así.
Pero como todos sabemos bien, no hay nada malo con estar borracha, o elegir vestirte como quieras, o tener sexo regularmente.

Sin embargo, SI hay algo malo con una persona que apunta (a tener sexo) con alguien que no puede prestar consentimiento porque está intoxicado, o en forzar a alguien a dormir con él simplemente porque habían dormido juntos anteriormente.

Cuando vemos al consentimiento en éstos términos, es natural que quienes quieren promover el sexo placentero y consensuado, se alejen del viejo esquema mental del “no significa no” y apuntar hacia el concepto de consentimiento afirmativo: “sí significa si.”

El consentimiento afirmativo no es sólo obtener permiso, sino asegurarse que los encuentros sexuales se basen en deseo mutuo y entusiasmo.
De modo que con el consentimiento afirmativo, o “sí significa si”, implicamos que las mujeres tienen el poder de ser sus propios agentes en lo que respecta a sexo y consentimiento.

Y aunque ésta es una idea maravillosa, ignora la realidad de que las mujeres dicen a veces que “sí” por temor, y a veces como el resultado de una coerción.
Mientras que cada no significa no, no cada “sí” significa “si”.

“Sí significa sí” postula al consentimiento como un nuevo juguete sexy que las mujeres deberían llevar a la cama. Pero, ¿qué logramos con intentar que los hombres comprendan apropiadamente al consentimiento si lo intentamos hacer objetivando sexualmente a las mujeres que lo otorgan?

Tratar al consentimiento como “sexy” lleva a representaciones desconcertantes respecto a algo que debería darse por sentado “Oh, mira qué sexy que es el consentimiento! Hagamos un aviso para una campaña donde una mujer mire hacia abajo a la cámara y diga que sí.”

Pero el consentimiento no debería hacerse y no puede hacerse sexy, no cuando lo que es “sexy” se define por el patriarcado y la mirada masculina.

El “consentimiento sexy” aún está diseñado para satisfacer la mirada masculina sin tomar en cuenta las preferencias de la persona dándolo. Simplemente pretendemos satisfacer a los hombres, mientras que tiramos a las mujeres bajo el autobús.

Y estos problemas están profusamente enredados con el sesgo de la ley y la definición de violación.

Bajo la legislación del Reino Unido, una persona comete el delito de violación si tiene sexo oral, anal o vaginal con otra persona que no consiente a ello. Esta definición requiere penetrar la boca, el ano o la vagina con un pene.

Si esta penetración ocurre con cualquier objeto (que no sea un pene), entonces se clasifica como ataque sexual. De este modo, de acuerdo con la interpretación estrecha de la ley, la violación es un crimen que sólo aquéllos que tienen un pene pueden cometer.

Mientras que la ley en los Estados Unidos puede ser diferente (la definición de violación incluye otros tipos de penetración), la violación aún es representada mayoritariamente como un crimen de hombres hacia mujeres en la cultura popular y general.

Esta conceptualización falocéntrica de la violación como un crimen masculino, borra la realidad de que las violaciones existen más allá del paradigma heteronormativo de hombres atacando mujeres.

Es más, contraintuitivamente refuerza los estereotipos de sexualidad masculina y femenina en los que los violadores se apoyan para justificar sus acciones: que la sexualidad masculina (heterosexual) es activa, agresiva y dominante, y la sexualidad femenina (siendo la orientación sexual irrelevante) es pasiva, sumisa, y subordinada.

De acuerdo con la ley, las mujeres están esperando pasivamente, listas para someterse a cualquier hombre que se aparezca.

De acuerdo con la sociedad, todo el sexo es inherentemente bueno, placentero y deseado, y todos estamos simplemente esperando para gritar “si” desde el tejado.

Desafortunadamente, tenemos que encontrar aún un modelo de consentimiento que funcione sin caer bajo el patriarcado y los roles de género que él construye.

Resolver el problema del consentimiento está aún a un gran trecho.

De todas formas, debemos continuar conversando sobre el consentimiento. Necesita ser parte de nuestros programas de educación sexual. Necesita ser algo que aprendamos y comprendamos desde una edad temprana.

Típicamente, la educación sexual se usa mayoritariamente para asustar a los adolescentes y evitar que tengan sexo, al estilo del Entrenador Carr de Mean girls.

Sin embargo, la educación sexual basada en la abstinencia no enseña nada a los adolescentes sobre la realidad del sexo, de modo que buscan en el porno y los medios para aprender al respecto.

Por lo que para contrarrestar las lecciones peligrosas que el porno le está enseñando a los jóvenes, necesitamos comenzar a hablar sobre sexo y desaprender estereotipos de género.

En lugar de permitir que estas conversaciones sean delegadas en forma no oficial a la industria pornográfica, necesitamos que la educación sexual comprensiva le enseñe a las generaciones más jóvenes sobre relaciones y sexo saludables.

Si podemos dejar de ver y aprender sobre sexo desde la perspectiva patriarcal dominante, podemos alentar y respetar al placer mutuo, y emponderar a las niñas para que crean que tienen voz en la cama.

La educación sexual no debería ser sólo sobre ETS y embarazos no deseados; también debería discutirse el amor, el placer, las relaciones.

Necesita enseñarnos sobre una variedad de relaciones y equiparnos con las herramientas y la confianza como para hablar sobre sexo y sobre lo que queremos.

Haciendo eso, quizás finalmente podamos criar una generación que realmente comprenda al consentimiento.


November 13, 2015 por Rosanna Brunwin
Publicado originalmente en Adios Barbie

Rosanna Brunwin es una estudiante de Máster en el departamento de estudios de género de la UCL, en Londres. Después de completar su cursada en estudios germánicos e hispánicos en la Universidad de Sheffield, se interesó en las representaciones literarias de género en distintas culturas y diferentes lenguajes. Cuando no está estudiando, Roxana disfruta de boxear, andar en bicicleta en forma precaria alrededor de Londres, los acertijos y de soñar con ser la mejor amiga de Taylor Swift
http://everydayfeminism.com/2015/11/the-problem-with-consent/ 

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