Salvador Novo


 Junto a tu cuerpo totalmente entregado al mío 
junto a tus hombros tersos de que nacen las rutas de tu abrazo, 
de que nacen tu voz y tus miradas, claras y remotas,
sentí de pronto el infinito vacío de su ausencia.

Si todos estos años que me falta 
como una planta trepadora que se coge del viento 
he sentido que llega o que regresa en cada contacto
y ávidamente rasgo todos los días un mensaje que nada contiene sino una fecha 
y su nombre se agranda y vibra cada vez más profundamente 
porque su voz no era más que para mí oído, 
porque cegó miso ojos cuando apartó los suyos 
y mi alma es como un gran templo deshabitado.
 
Pero este cuerpo tuyo es un dios extraño 
forjado en mis recuerdos, reflejo de mí mismo, 
suave de mi tersura, grande por mis deseos, 
                     máscara, 
estatua que he erigido a su memoria






 Tema de amor


Dentro de estos cuatro muros 
pretendí ocultar mi dicha: 
Pero el fruto, pero el aire 
¿cómo me los guardaría?

Hora mejor que pospuse, 
voces que eran para mí, 
camino que no elegí 
destino que no dispuse; 
!cómo os volvisteis oscuros! 
!qué amargo vuestro sabor 
cuando nos encerró mi amor 
dentro de estos cuatro muros!


Entre tu aurora y mi ocaso 
el Tiempo desaparecía 
y era nuestra y era mía 
sangre, labio, vino y vaso.


En perdurar se encapricha 
mi sombra junto a tu luz 
y bajo negro capuz 
pretendí ocultar mi dicha.


Pero el fruto, pero el aire, 
pero el Tiempo que no fluya, 
pero la presencia tuya 
fuerte, joven, dulce, grande; 
sangre tuya en vena mía, 
lazos a instantes maduros, 
dentro de estos cuatro muros 
cómo me los guardaría?




Epifanía

Un domingo
Epifanía no volvió más a la casa.

Yo sorprendí conversaciones
en que contaban que un hombre se la había robado
y luego, interrogando a las criadas,
averigüé que se la había llevado a un cuarto.
No supe nunca dónde estaba ese cuarto
pero lo imaginé, frío, sin muebles,
con el piso de tierra húmeda
y una sola puerta a la calle.
Cuando yo pensaba en ese cuarto
no veía a nadie en él.
Epifanía volvió una tarde
y yo la perseguí por el jardín
rogándole que me dijera qué le había hecho el hombre
porque mi cuarto estaba vacío
como una caja sin sorpresas.
Epifanía reía y corría
y al fin abrió la puerta
y dejó que la calle entrara en el jardín. 


Textos de Salvador Novo


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